AMO los tests – Porque miden lo que ya sé de mí.

Imagina una tarde lluviosa, un café en la mano, una laptop en la otra (y cuida de no tirar ambos) y que igual que siempre, estás pensando en tu futuro, en lo insatisfecha que te sientes en el trabajo, en que deberías estar haciendo otra cosa, en que en realidad no sabes para lo que eres buena y claro, porque no hay otra cosa que hacer, comienzas a hacer un test para encontrar qué es lo que te apasiona…

Pont Alexander

(OK, quizás no porque muchas no serán tan nerds como yo y más bien se irían a tomar un helado) pero enfin, ¿cuál es el resultado? Maravilloso. Porque después de haber invertido 30 minutos de tu precioso tiempo este test te entrega información que de hecho, ya sabías de antemano, nada más que ordenadita y resumida. Y terminas pensando, ah sí, coincido, está bien, ¿y luego?

Llevo casi 15 años haciendo este tipo de tests. Al principio porque (obvio) estaba confundida y trataba de decidir cuando era adolescente entre dos licenciaturas. Y después nada más por mera diversión. Porque en realidad, han sido como mi alternativa a los horóscopos. Los hago, sonrío, por un segundo pienso en ellos y los olvido inmediatamente. Nunca le hago (y probablemente nunca le haré) caso a los resultados. No siento que me hayan servido para encontrar mis aptitudes, o un descubrimiento sorprendente o mi verdadera vocación profesional.

Hace un año hice uno que aparecía recurrentemente: Sokanu. La página web es muy linda, el test es interactivo, se mueven casillas, esta muy atractivo visualmente. PERO al final bueno, la gran decepción, ya que no encontré nada nuevo.

He pensado mucho en el tema (obvio, ni no no habría hecho un blog de esto) y ha cambiado mi visión bastante acerca de estos tests. ¿Creo que sirven? No. ¿Creo que dan un poco de luz en el camino? No mucha. ¿Por qué los hice? No sé, creo que porque nadie me dijo que había otra forma de hacer las cosas y que en realidad no iba a encontrar nada nuevo en ellos.

En la oficina nos hicieron el test de MBTI, para que según nos diéramos cuenta de nuestra personalidad y nos ayudara de alguna forma a trabajar mejor con nuestros compañeros. Creo que surtió un cero efecto laboral y más bien fue el chisme de quién era qué. Pocos lo tomaron en serio (aquí hay un link donde se puede hacer el test en español).

A mi me salió que era Extrovertida, Intuitiva, Racional y Pensante. O sea mezcla de robot con un poquito de corazón. En realidad todos se sorprendieron porque pensaban que yo era de lo más emocional, corazón de pollo y dulce. Lo cual soy. Pero no muchas veces muestro mi lado frío, calculador y de controladora enferma, jaja.

Lo curioso fue que la chica que se sienta a mi lado, quien es impresionantemente callada, retraída, hostil y tímida, resultó en el test como súper extrovertida. Cada vez que lo decía en voz alta enfrente de los compañeros con los que trata todos los días, había un silencio abismal y miradas de ¿en serio? Creo que todo el mundo la catalogó de loca. O extrovertida wanna-be. Una de dos.

Fue entonces que pensé que en realidad estos tests nunca me servirían. Porque en realidad no proyectan lo que somos de verdad. Proyectan lo que nos gustaría ser. Lo que pensamos que somos. Lo que nos gustaría que otros vieran en nosotros. ¿Es realidad? Puede ser. Pero definitivamente no me servirá para conocerme mejor y encontrar mi vocación.

Ya sabes que soy fan de Alfonso Alcántara y bueno, coincido al 1000% con él en su decir que uno tiene que encontrar lo que vino a hacer al mundo… haciéndolo. No habrá manera que sentado en un sofá, con un té en la mano y viendo la ventana pueda entenderme perfectamente y saber lo que me gusta y lo que no. Lo que me apasiona y en lo que puedo pasar hasta la 1 de la mañana trabajando. Y lo que me aburriría después de 30 minutos.

Es un error intentar ‘descubrirse’ mediante la introspección, es un error aceptar la presunción de que la vida puede decidirse ‘pensando’ en lugar de haciendo. Decidir en abstracto en lugar de pisar  el terreno y planificar la carrera solo mediante la reflexión y el análisis implica menos esfuerzo y menos recursos, es más fácil, y por eso mucho menos efectivo.

Yo oriento.com

Yo era de las que amaba analizar, investigar, checar, pero de una manera muy abstracta. Pensando, pensando, pensando. Pero no ha sido sino hasta ahora que en vez de especular si algo me gustaría o no, lo hago y ya. Lo pruebo.

Por ponerte un ejemplo: El ejercicio. Yo no nací en una familia deportista. Casi nunca en mi infancia salimos a practicar algo juntos. A leer, hablar de cosas, beber una copa de vino, ir a museos, escuchar opera, que eso sí, de siempre, soy afortunada de haber nacido en un hogar muy nerd. Pero esto de “vámonos al futbol niños”. Pues no. No era una cosa común en mi casa. Y así obvio que la niña no salió deportista. Pero el cuerpo de una no es el de Jennifer López y todos los años en mi tan obsoleta lista de propósitos estaba en algún lugar el hacer ejercicio. Y a veces hacía. Y a veces no. Y con mucho desgano.

Pero en Mayo pasado me cambié de oficina y en el mismo edificio hay un gimnasio. De esos enormes con clases de todo y tarjetas electrónicas para entrar. Y en mi primer día allí compré la membresía. ¿Y sabes qué pasó? Que me gustó. Y ya no puedo vivir sin él (¡que cursi sonó eso!). Y si yo me hubiera quedado en mi cama pensando ¿el ejercicio es una de mis pasiones? Nunca jamás hubiera contestado yo que sí. Pero jamás. Es curioso que ahora, en 2015, se haya convertido en una. Como lo ha sido el cocinar. O manejar. Cosas que no me gustaban nada en el pasado (porque en realidad nunca había probado) y ahora adoro con el alma. Y es que si no pruebas y si no haces. No descubres. Que no encuentras tus pasiones en un test. Porque eso mide lo que sé de mi misma (o creo que sé) en un momento especifico. Es muy desviado. Un verdadero test vocacional es la vida misma. El probar, el fracasar, el probar de nuevo. Y es que casi que nos puede llegar a gustar cualquier cosa, nada más que aún no la hemos probado…

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